Friday, August 01, 2008

La Foto




El día que llegó la carta con el presente, no lo pude creer. Me había mandado la foto. Inexplicablemente, se había acordado de mí, de nosotros. Supe que era de él cuando ví la prosedencia. Era del fotógrafo francés. El presente, una foto.


Cuando la vi me quedé en silencio. Silencio es un decir, porque tampoco estaba hablando con alguien como para callarme. Mis pensamientos quedaron en silencio. Luego, comencé a recordar. Vinieron los recuerdos. La nostalgia.


Habíamos decidido irnos de vacaciones a Francia. Yo lo sentía como una luna de miel, pero ni siquiera íbamos 2 años de noviazgo. Vacaciones, vacaciones fueron para mí en realidad. Ella tenía que ir por una entrevista de trabajo. Yo me sumé en su equipaje. Vacaciones o no, habíamos ido juntos.


Recuerdo el día que nos tomó la fotografía. Estábamos en Paris, ciudad donde hubiera trabajado, en unos balcones de la catedral de Notre-Dame. Cómo olvidar ese día; ese momento. Cuando tuve pensado dar un paso más en nuestra relación.


Ella había amanecido con un humor especial, delicado. Complicada. Claro, ese era el día de la entrevista. Estaba nerviosa. Desayunamos, y, ni bien terminó su café, partió para enfrentar el motivo de la visita.


Volvió al mediodía. Más nerviosa que como había partido. Almorzamos. No se habló ni una palabra hasta que decidí preguntar:


-Entonces, cómo te fue?
-No sé. Y tampoco tengo ganas de hablar del tema. Después de comer, podemos ir a la Catedral, no te parece? Además de ser imponente, dicen que tiene una vista hermosa.


Asentí. Qué otra cosa podía hacer? Cuando estoy perdido, digo a todo que sí. Terminó su almuerzo con la tranquilidad que la caracterizaba cuando estaba preocupada. Era muy orgullosa, no le gustaba mostrarse ni débil ni alterada frente a este tipo de circunstancias. Tan sólo quería demostrar que era una persona con temperamento, fuerte. Que no perdía la calma, que no le importaban los resultados negativos.


Fuimos a la catedral, la recorrimos, subimos a los balcones. Se apoyó en una baranda y apreció paisaje. La abracé por detrás y le dije que la quería. Permaneció en silencio. Bordeé su cuerpo agarrándola por la cintura. Quería que me viera de frente. Quería decirle todo lo que sentía. Quería besarla.


Cuando finalmente me incliné para llevar al acto mis deseos, sucedió. En aquella milésima de segundo apareció, aquel extraño y misterioso personaje francés, el fotógrafo. Sin demasiados rodeos, sin siquiera preguntar, disparó. Nos capturó con su dispositivo. Congeló la escena con el pequeño cíclope de plástico y cristal. Mi frustrada declaración de amor. El medio beso. Ella no había dado a torcer. La imagen claramente reflejó lo que sucedía. No sentíamos lo mismo.


Luego de haber sacado la foto se disculpó y nos explicó que le había provocado un enorme deseo de fotografiarnos el abrazo que yo le había dado a 'mi enamorada'. Los dos respondimos con una sonrisa.


Le pedí -porque suelo ser medio narciso y tengo una suerte de complejo y necesidad de verme, en cuanto a fotografías se refiere- que me enviara una copia a mi domicilio en Buenos Aires una vez que tuviera revelada la imagen.


Jamás lo hubiera imaginado. Me envió la carta después de un tiempo. Con esa imagen que, hoy en día puedo decir, anticipó el final de lo que iba a suceder. Ella me dejó. Los motivos ya no importan. Sí los recuerdos. Los recuerdos que me trajo la escena. Las sensaciones que me produjo. En un principio, nostalgia, tristeza, angustia.


Cuando terminé de recordar y observar la fotografía, sonreí. Se me escapó una mueca; luego, una carcajada. Cuánta gracia me causó verme en esa situación. Cuántas veces me habrán rechazado un beso. Dios! Qué situación embarazosa.


Y qué sensación placentera y aliviante tener un recuerdo de tan sólo, una de ellas.




Henri Cartier-Bresson
FRANCE. Paris. 1952-1953. Notre-Dame Cathedral.

introducción a la creatividad - 18.07.2008


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